lunes, 26 de abril de 2010

100 años de Gran Vía


Desde hace muchos años la ciudad de Madrid ha estado mezclada en mi vida. Siempre quise estar aquí. Recuerdo en mis primeras visitas las lentas travesías entre Metrópolis y Plaza de España, yo me quedaba paralizado mirando por el cristal trasero del coche, tenia aquella sensación rara de querer ver todo, de querer realizar una gran instantánea que permaneciese en mi mente para siempre, pobre de mi, las luces, los cines, los teatros,... Eran tantas las cosas que cautivaban mi atención que mi empresa se antojaba imposible. De pronto algo me llamaba en la otra parte del coche, justo en la mitad de la Gran Vía, allí estaba aquel extraño cartel de colores. Aun no entiendo porque me quede mirándolo fijamente, ni tampoco el porque hubiese estado un buen rato más contemplandolo. Con los años he llegado a la conclusión de que aquel día me pico el bichito de la publicidad.


Ayer sucedió de nuevo, la noche bajaba su telón sobre la centenaria calle, las llamativas luces comenzaban a dominar todos los rincones y allí estaba yo otra vez, ensimismado.

He de reconocer que jamás han conseguido que la tónica me gustase más, de hecho, pocas veces habré bebido semejante amargura, pero cada vez tengo más claro que el indultado anuncio jamás quiso convertir mis gustos, solo pretendía seducirme, conseguir que sin darme cuenta me apeteciese mirarlo y quisiese de algún modo retenerlo conmigo.

No le hizo falta conocerme bien para engancharme, y es que al igual que con el anuncio a veces en la vida un solo vistazo puede producir más sensaciones y más confusión que el mayor de los diálogos.


P.d.: Otro día prometo hablar del concierto que allí se celebró ;)

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